viernes, 30 de octubre de 2009

APUNTES (14)

Fundiciones



















Hay ciertos objetos que se incorporan a la atmósfera de una época y quedan plasmados en ella como un todo indivisible. De alguna forma, no la explican sino la actualizan por un instante, como si el tiempo no hubiera pasado. Asaltan el presente como las magdalenas de Proust, con la ventaja de que esto puede ser planeado. Sé que la infancia va a volver ni bien escuche cualquier tema de Los Iracundos o de Roberto Carlos. El tiempo pasado detona en su esplendor, como si esa canción sintetizara los momentos memorables, los días para el recuerdo, y esa síntesis fuera arrojada al presente. La actualidad queda en sombras, retrocede y jamás se funde con lo recordado. Todo lo que vino después, ese radio que se va ampliando cuando crecemos, queda abolido de golpe. Pero esa forma de suspensión del tiempo, de reversión de la linealidad, sin embargo, es improductiva si no entabla alguna relación, alguna zona de vecindad con su entorno, tanto pasado como actual. Si queda atrapada en ese espacio acotado por los límites del objeto y de nuestra propia emoción.

miércoles, 28 de octubre de 2009

APUNTES (13)

La distancia al centro y los radios de la rueda

En la infancia, lo trivial se mezcla con lo solemne y lo grave, y todo se configura desde aquel lugar privilegiado del que hablaba Pascal. Sujetos a las mismas pasiones, decía, adultos y niños sin embargo se hallan en diferentes posiciones; unos en lo alto de la rueda; los otros, más cerca del eje. De allí que los niños son menos afectados por los mismos movimientos. La atrocidad de la época, la dictadura stronista, nos llegaba como rumores fragmentados y adquiría siempre la forma del cuchicheo, de lo que al no poderse nombrar, se agigantaba en la imaginación y circulaba a la par de las trivialidades, confundiéndose con ellas. Rumores atroces que alimentaban el espíritu lúdico y el misterio y que, a veces, nos protegían de la feroz tensión a la que estaban sometidos los adultos.

lunes, 26 de octubre de 2009

APUNTES PARA UNA INVESTIGACIÓN (12)

Materiales de construcción
























La mirada al pasado no es exactamente el producto de la detención del cuerpo que gira hacia atrás y observa. Es más bien la colisión con el presente de algo que se creía ya pasado. En algunos casos, son materiales dispersos que emergen con la búsqueda y que alguna vez constituyeron la base material de esa actualidad que me conformó en la infancia. Materiales concretos como piezas de rompecabezas que ahora exigen una forma. O se atesoran como recuerdos nostálgicos (sería la mirada del anciano al que se le agotó el tiempo) o se les sigue el rastro para comprender qué lugar ocuparon en aquella construcción. Una especie de relevamiento arqueológico de la trivialidad: por lo general, esos elementos fueron pensados efímeros, pero sobrevivieron y se anclaron en las fundaciones. Son, además, íntimos, personales, pero a la vez colectivos. La mirada al pasado tampoco es la construcción del mito personal, la puesta en relieve de la existencia a través de la escritura. Es, en todo caso, la existencia personal entendida como material colectivo de construcción de esa época que, de alguna forma, ahora me hace retacear el cuerpo al presente.

viernes, 23 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

MEDIOS

La anarquía posmoderna
(o por qué no nos interesa demasiado el debate sobre la Ley de Medios)



El problema surgió con internet. La red con su multiplicidad de voces y miradas vino a quebrar las pretensiones hegemónicas de cualquier poder. La red es impune, caprichosa, oscila entre la charlatanería y la palabra plena; descree de los permisos, dogmas y normas de validación: de allí su gran atractivo, sus potencialidades y también, muchas veces, su perdición. En la red suelen quedar en suspenso las legitimidades del mundo real (aunque los legitimados suelen negar también esta realidad). La red pone a prueba la paciencia y, sobre todo, la perseverancia: erige, administra, relaciona y aniquila con total indiferencia. Las nuevas generaciones no escuchan radio; ven muy poca televisión y los diarios en papel les resultan piezas de museo. El verdadero problema, intuimos, será cuando se pretenda alambrar este universo infinito.

lunes, 19 de octubre de 2009

GUARANIA (2)

MANUEL ORTÍZ GUERRERO
Vengo a tu encuentro

Manuel Ortiz Guerrero nació en Villarrica, en el paradisíaco Guairá, el corazón oriental del Paraguay. Romántico y bohemio, de melena enrulada y profundos ojos verdes, pronto deslumbró con sus versos y su oratoria a los círculos literarios de Asunción, ciudad a la que llegó a mediados de la década del 10. Hacia el año 1928 conoció a José Asunción Flores. Fueron autores, en forma conjunta, de varias guaranias y de paso lograron que en este género musical estuviera el latir de la geografía de todo un pueblo. Lenta, melancólica, a veces triste, siempre bella. Como el Paraguay. Sobre el origen de la guarania hay dos versiones. La historia oficial dice que el creador fue el genial Flores, cuando trabajaba sobre una polka en el año 25. Otra, que Ortiz Guerrero habría retenido en la memoria, durante sus vagabundeos adolescentes por las rutas paraguayas, viejas canciones indígenas que entonaban los carreteros, y que le habría pasado el ritmo a Flores varios años después. Ambas anclan en las mismas raíces, pero la segunda es un poco más romántica que la primera, aunque ésta parece la más fiable. Los síntomas de la enfermedad, sin embargo, aparecen muy temprano, en plena juventud. El cuerpo que se va aniquilando por el avance del mal necesita, con urgencia, una nueva configuración. El poeta entonces se recluye en su rancho y, de alguna forma, se vuelve leyenda: sólo saldrá por las noches, envuelto en una capa, como un ángel negro que se sabe condenado. De esta condena, de ese destino fijado en la infancia, del horror del cuerpo mutilado, extrae una poética donde hará entrar en comunión la fugacidad terrenal con las cuestiones eternas, la belleza y lo terrible, el amor y el dolor, la alta cultura del modernismo de Darío, de los simbolistas franceses y la voz popular del guaraní. Paraguay, con sus paisajes vitales y sus violentas fragmentaciones, con el cuerpo también despedazado, encuentra en él a su poeta lírico. O trágico, como la historia de ambos. Ortiz Guerrero muere en Asunción en 1933, precisamente cuando el país se hallaba embarcado en una nueva aventura bélica; aún no había cumplido los cuarenta años. Eso dicen las biografías. Aunque también puede ser que siga deambulando en las noches que le dieron refugio, esas en las que se escucha a lo lejos una música triste y uno nunca está del todo seguro si procede de algún instrumento musical o son los murmullos de la tierra.
(NOTA PUBLICADA EN REVISTA CONTRATIEMPO)

jueves, 15 de octubre de 2009

LA GUARANIA

Tragedia y tiempo perdido
La guarania surge también de esa comunión cósmica entre hombre y naturaleza. Pero a diferencia de la zamba, el desgarro de aquélla tiene estatus ontológico. Es la situación del hombre en el mundo que si bien no se halla expulsado, como en el tango, sí acusa un quiebre, una pérdida que es anterior a él. La guarania es lenta, melancólica, trágica: lo mismo que configura, también desgarra.India fue una de las primeras y casi se diría que funda el género. La india de Manuel Ortiz Guerrero y José Asunción Flores es un ser que habita un espacio entre los hombres y los dioses, pero también entre la cultura y la naturaleza. Espacio que, como tal, está condenado a la destrucción. Como salvaje y como diosa, que lleva en su cuerpo el testimonio de sus orígenes, lo único que en realidad le resta es amar y llorar como humana. La certeza de esta imposibilidad, o la destrucción de este “edén guaraní” –que el poeta blanco contempla extasiado a través de esa mujer sobrehumana- es la verdadera tragedia del Paraguay, tragedia que se irá reactualizando cíclicamente a lo largo de su historia y que remitirá siempre a la original. De allí también la melancolía.

martes, 13 de octubre de 2009

ZAMBA PARA OLVIDARTE (3)

La compensación estética
El amor perdido como enfermedad terminal: imposible de recuperar (o de curar) no por voluntad sino porque en aquella pérdida también se produjo un extravío, el del abandonado. Por eso, cualquier retorno se estrella contra la nada. En ese enfrentamiento entre dolor y nada surge (casi a manera de redención) la compensación estética. La música viene a reparar, de alguna forma, esa contradicción entre el dolor mortal por el abandono y la nada que genera. La versión de Daniel Toro es la más trágica; en la de Mercedes Sosa, en medio de la desolación, hay un resto de esperanza; en las de Diego Torres y Soledad, se consolida en cambio, y definitivamente, esta compensación. En los dos primeros, las palabras son estiletes; en los otros dos, actúan como tales.

viernes, 9 de octubre de 2009

ZAMBA PARA OLVIDARTE (2)

Amor, abandono y olvido
Nombrar como si fuera la primera vez, esa es la idea de la Zamba. Pero esta primera vez no está respaldada por el léxico propio, la vacilación linguística o la metáfora audaz. Esta primera vez se asienta en lo que no está intermediado por la cultura, en el sentimiento primero que se afianza a fuerza de repeticiones y siempre en vecindad con la naturaleza. El paisaje actúa como garante o testigo de este contrato, que todavía pretende no estar roto, entre las palabras y las cosas. Por eso no hay cursilería posible, ni romanticismo trillado. Son unas pocas ideas que se expresan, se repiten, dan vueltas, tratan de conciliar. Estados del alma o, mejor dicho, el alma en diferentes estados que pugnan por hacerse, por primera vez, palabra. Y esa primera vez acontece una y otra vez., se enuncia y se desintegra ni bien enunciada.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Zamba y Tango

Ya ves que es mejor no hablar
El tango es urbano, es la expresión del hombre olvidado en la gran ciudad, el que perdió algo en algún momento y que sabe que esa pérdida y ese momento tienen que ver con su existencia metropolitana. En la zamba, en cambio, habla el paisaje. En el tango se escucha como murmullo conspirador el tráfico y el tiempo destructor; en la zamba, las ondulaciones cósmicas, el ritmo a veces cansino, a veces juguetón, pero siempre eterno, del tiempo rural. Perseguido y excomulgado, uno necesita la contraseña de pertenencia, el léxico propio, el vocablo expiatorio de culpas y deudas. El otro apela a la frase sencilla, a un lenguaje primero, más cercano a lo que nombra, como si esta cercanía ahuyentara, por lo menos transitoriamente, aquella imposibilidad.