jueves, 9 de diciembre de 2010

TOBAS, INMIGRANTES Y JOVENES POBRES

La humanidad suprimida
Sobre los últimos asesinatos en Villa Soldati, en Formosa y en Barracas

En los dos últimos meses fueron asesinadas en la Argentina cuatro personas a manos de fuerzas del Estado. Ayer fue el turno de dos inmigrantes, una mujer de origen boliviano y un hombre de origen paraguayo, que ocupaban el Parque Indoamericano en Villa Soldati durante una operación de desalojo. En todos los casos, los crímenes fueron la respuesta a los reclamos por el ejercicio de sus derechos, el trabajo, la tierra, la vivienda. Que niños se mueran de hambre en la Argentina es una aberración que al parecer, y dado el silencio que suele rodear a este hecho, ya está naturalizada. Cuando el hambriento o desesperado abandona su posición pasiva (increíblemente pasiva dicho sea de paso), el final se acelera puesto que el proceso de inanición o de desgaste resulta lento frente a la urgencia de los intereses inmediatos (ya fuera desalojar una ruta, como en el caso de Formosa, o de recuperar un terreno y volverlo redituable, como en Soldati). Como bien lo dijera hace unos meses un sacerdote católico, el mundo está produciendo gente que no sirve ni siquiera para ser descartada. Son residuos en versión original, imposibles de ser contemplados en política alguna, de salud, vivienda, educación o trabajo. Imposibles de ser integrados ni siquiera a nivel urbanístico. Por eso, por este proceso de supresión de sus características humanas, y sobre todo, de sus derechos humanos, por esta falta de relevancia entre su humanidad y la de sus victimarios, es que resulta tan fácil suprimirlos. Y que esa supresión levante tan pocas voces de reclamo. Hay una complicidad entonces entre los que dictan las ordenes, los que las ejecutan y los que, apoltronados en diferentes niveles pero todavía contemplados como hombres y mujeres, observamos las imágenes televisivas como si se tratara de una revuelta en Angola.