lunes, 26 de mayo de 2014

SUCESOS PARAGUAYOS (3) / AGUA


Agua
Llueve y hace frío. Demasiado frío. Un otoño extraño en Asunción. Las calles de este domingo gris están totalmente desiertas. “Es cultural, aquí llueve o hace frío y la gente se queda en casa”, nos dicen. Pero el temor a la lluvia en Asunción no tiene nada de cultural: en pocos minutos, se forman los temidos raudales, esos que sin distinción arrastran autos de alta gama, que ahora abundan en la ciudad, o peatones desprevenidos. Una condena a muerte casi asegurada. ¿Y la municipalidad, qué hace? , preguntamos, recordando nuestros propios temores infantiles, y el de nuestros padres, que en los días de lluvia corrían al colegio a retirarnos. Hay que invertir, es la respuesta. El asunceno es feliz con sol y calor; el agua trae siempre malos presagios, agregan. La ciudad crece, se vuelve ostentosa, expulsiva para las clases menos privilegiadas, pero el tema del agua queda flotando como una condena ancestral. Un castigo divino. Llueve y la ciudad parece un pueblo fantasma.