miércoles, 30 de julio de 2014

LITERATURA Y POLÍTICA / LA LENGUA DE BABEL

La lengua de Babel 

La traición a las formas constituidas y legitimadas que realiza Arlt se corresponde también con sus espacios de acción. Se actúa sobre la lengua y sobre el lenguaje para desmantelar la hegemonía del centro que detenta la posesión de la palabra y las formas de nombrar. De allí sus constantes ataques a la Academia, a la Sociedad de Escritores, a Lugones, a Borges y a todos los que representan el status quo de la literatura oficial y oficializada así como a la lengua que refleja la alta cultura. En El idioma de los argentinos, hace hincapié precisamente en la antigramaticalidad como forma de vitalidad, como expresión de aquellos pueblos que “están en continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores…”. Esa escritura, que llama idioma porteño, no castellano, y del que, según él, forma parte de la tradición de Fray Mocho, Lezama Lima y otros, constituye una voz propia difícilmente apropiable puesto que no responde a un grupo determinado, ni central ni marginal. Tampoco es una oralidad construida por una comunidad, que se pueda transmitir de una generación a otra, sino que se funda en la mixtura arbitraria que tanto reúne los extremos de los lenguajes del pensamiento, desde la técnica y la ciencia hasta la magia y el folletín como los de los mundos sociales y culturales, el castellano antiguo y la lengua del cabaret. Hacerse de una voz propia implica violentar este poder, provocando a la vez efectos sobre la cultura pero también sobre los modos de habitar y de construir un territorio. Arlt golpea al idioma porque intuye que allí empieza la habitación original de esta atrocidad, que adquiere la suerte de una forma de genocidio de las capacidades vitales del hombre, para luego arremeter contra sus modos materiales, que son la arquitectura y la ciudad. En la palabra que funda, que legitima, que da vida y muerte, está la debilidad del mecanismo. Con el recurso de Babel, confunde al idioma, lo mezcla, lo subvierte, lo vuelve indócil y extranjero para los antiguos propietarios mientras recluta nuevos fieles que como él, desconocen patria, linajes y herencias. Así como el lunfardo construye a su manera el mundo carcelario, con sus códigos, complicidades y exclusiones, el cocoliche, la mixtura de voces extranjeras con el español antiguo y el lenguaje aportado por la técnica así como la mala sintaxis fundan una Buenos Aires definitivamente singular y sobre todo intraducible. Arlt realiza el proceso inverso de Borges (que escribe bien, para ser traducido, leído y comprendido afuera), interrumpiendo la conexión que aspira la modernidad y singularizando lo que está destinado a la normalización, o a la universalización. Arlt no busca la reproductibilidad de su obra, porque esto lo convertiría en aquello que ataca, sino que ésta impacte, como las bombas de su admirado Di Giovanni, en las vidas de sus víctimas-aliados para despertarlos del letargo, de cierta idea de destino prefijado que él lucha por esquivar a fuerza precisamente de demoliciones y subversiones.

(Anticipando el Tomo 3 de Literatura y Política, fragmento de "Vida de monstruos: espacio, ficción y violencia en R. Arlt", Zenda Liendivit, Contratiempo Ediciones, 2010)

jueves, 24 de julio de 2014

CRÓNICAS MONTEVIDEANAS (2) / LA ETERNIDAD Y EL FRAGMENTO

TENSIONES MONTEVIDEANAS
La eternidad y el fragmento

En “La ciudad como problema estético” afirmábamos que lo conflictivo del fragmento posmoderno es su desconexión, su poca relación con el entorno, con su geografía, con la historia. La diversidad relacionada, sin embargo, confiere una identidad fuerte a la ciudad. Es lo que encuentra Simmel en las ciudades antiguas, como Roma, cuando afirma que a pesar de la extrema tensión de sus elementos, la unidad romana no se rompe. Es esa tensión entre diversidad y unidad, que confiere a la obra de arte evocaciones y sensaciones, la medida de su valor estético. Siguiendo a Kant, afirma también que la unidad respalda a cada uno de sus elementos y que la relación no es propia de los objetos en sí sino del espíritu que lo contempla. La experiencia estética entonces es un acto de libertad que dejará su impresión solo si el espíritu se puso en juego para realizar aquella relación. El pasado modernista de Montevideo se entrecruza a cada rato con huellas coloniales y neoclásicas. Historia de esclavitudes y léxicos mixturados se contornean tanto en cuadrículas ortogonales como en extravíos medievales. Existe, de alguna forma, una convalidación de la totalidad urbana a esos fragmentos del pasado que insisten y se reactualizan. Tal vez, su privilegiada apertura al río, que también se juega su propia identidad frente al mar, la complicidad que entabla con su geografía y sus vientos, que  empujan y a la vez ralentizan, tanto los cuerpos como las voces y las épocas, contribuyan a ese juego del espíritu. Habrá que ver, sin embargo, cómo opera esa totalidad sobre las nuevas zonas financieras de interminables y fastuosas torres y sobre los también infinitos asentamientos marginales.  Actual desafío de toda ciudad que aspire a la eternidad. 

CRÓNICAS MONTEVIDEANAS / BARRIO SUR

Barrio Sur


Durazno y Convención. Escucho a Jaime Ross una y otra vez antes de viajar. Algo me resuena, por sobre los versos, por sobre el ritmo, una lejanía que se presenta y se esquiva, familiar y a la vez ajena. Todavía indescifrable. Unas horas después, la experiencia directa (y sobre todo, la primera vez) da algunas pistas: el tiempo atrapado en el mítico Barrio Sur es un tiempo emancipado de coordenadas geográficas que (me) trae de imprevisto a otra ciudad, la Asunción de los años 60. Chata, cadenciosa, arbolada a ratos, con resabios coloniales mezclados con un racionalismo austero. Una atmósfera donde se fusiona la nostalgia colorida del candombe con la tristeza ancestral del guaraní y que, a la vez, se libera de aquellas deudas, coloniales y modernas, a través de una determinada forma de apropiación. Del espacio pero también de la voz (la habitabilidad marginal y la lengua condenada de inmigrantes, externos e internos). Un uso que se funda y se sustenta en la precariedad, en la historia de esa precariedad, una cierta forma de existencia que se torna, a la vez, en mecanismo de resistencia. Este espacio, sin embargo, para ser experimentado, exige que el espíritu se ponga en juego, que establezca esas tensiones, esas relaciones, esas discontinuidades, esas roturas temporales Que se emancipe de sí mismo (que suele ser su peor captor). O, en todo caso, que asuma el riesgo de encontrarse.  



 


Fotos: Zenda Liendivit (Julio 2014)

domingo, 20 de julio de 2014

RELATO / CONTRATIEMPO

Contratiempo
ZENDA LIENDIVIT

Según Merlina, la extraña mesera que conocí en cierto bar de La Boca, perder el tiempo es mucho más difícil de lo que uno cree; si se quiere, hasta imposible. La mujer se sabía autora de un hallazgo y lo atestiguaba con su propia experiencia: veinte años de su vida se le habían escabullido en apenas unos segundos. La última noche de mayo del año 1996 ella me habló así de aquel largo instante:

“No recuerdo el día exacto, 1976 era seguro. En esa época yo trabajaba en “Lo de Gapo”, una taberna sobre Caseros, allí nomás del loquero, que pertenecía a Agapito Juárez, mi patrón. La noche mentada venía rara; afuera el viento sur te calaba hasta los huesos. Mi intención era volver temprano a casa pero Gapo se mandó una de las suyas; Gapo y su temida contraseña:
--Merlina, bajá las persianas, así la cana no jode –gritó. Y una larga noche de timba se me vino encima. Después de todo, no era algo tan imprevisto, pensé; bastaba con echar un vistazo al asunto: cuatro o cinco tipos atornillados a sus sillas, vaso en mano, expresión aniquilada y aires de espera. El edicto se les venía encima y ellos, ni amagues de dejar el boliche. Entonces surge ese taca-taca-taca cruel de los dados contra el cubilete que levanta a los muertos y sella mi suerte. Ya en ese momento se me antojó que tanta expectativa no podía ser sólo por cuestiones de plata.
--“Hoy se viene en serio –me había dicho Malena, la otra mesera, que presumía de cantante de tangos, por eso el apodo.
--“¿Apuestan fuerte? –le pregunté.
--“¡Lo que no tienen! –respondió melodramática.
--“¿Y qué es lo que tienen esos? –le retruqué.
Malena me miró con malicia pero no contesto enseguida. ¿Qué podían tener esos desgraciados –elucubraba yo—si se la pasan entre changas, cirujeos y comisarias? Con aires de diva, la chica al fin habló:
--“Gapo dice que él espera, no sé qué pero él así dice.
Yo solté una carcajada.
Allí adentro el aire apestaba; una mezcla infernal de tufo, alientos podridos y moscato embotaba los sentidos. Y creo que fueron estos sentidos un poco retobados los que facilitaron el milagro. Sucedió a las dos de la mañana; aquí llego al quid de la cuestión así es que voy directo al grano, sin dislates innecesarios: yo sentí en carne propia todo el esplendor de la experiencia creadora, y se me grabó a fuego. Estaba de lo más aburrida, cabeceando sobre el mostrador y maldiciendo mi suerte, cuando de repente sentí un olor insólito para ese contexto, un aroma antiguo me despertó del letargo: era café con leche –leche de vaca recién ordeñada, no de sachet--. Rápidamente impregnó el ambiente y se impuso con insolencia. Los demás ni cuenta se dieron pero en mí obró inmediato efecto. Me empecé a sentir mal, como con dolores de parto. Con ese malestar surgieron las primeras imágenes, por llamarlo de alguna manera (reconozco que, al principio, el asunto se me tornó indescifrable; no soy mujer letrada. Pero algo tenía visto de las enciclopedias universales y de a poco fui cayendo en la cuenta). En una primera instancia, las cosas se presentaron en estado puro; luego, en su versión, diríamos, manufacturada. Así, el mármol, la piedra, el vidrio, el barro, la arcilla, el ladrillo, adquirieron magníficas formas; el silencio inicial se volvió palabra, las palabras se tornaron relatos, poemas, voces inolvidables; el lienzo se cubrió de colores y de trazos magistrales, una y otra vez, cuerpos embriagados de pasión se agitaban sobre interminables escenarios al compás de acordes celestiales… Vi, oí, sentí, palpé todas las creaciones del hombre. La enumeración es imposible, hasta vana. No se trataba de un inventario; tampoco de un cristal donde se veía el universo entero –no, un Aleph no era--; tampoco de una enciclopedia interactiva, un canal de cable o alguno de esos monstruos tecnológicos que ahora están de moda. Se trataba de un acto, único, arrollador, como un nacimiento múltiple; dolor conjugado con placer, así lo viví yo. Pero la magia terminó y tuve que reintegrarme a la realidad. (Recuerdo que miré al patrón, los tipos seguían jugando, y pensé, no sin cierto asombro:
“¡Y mi alma a tantos míseros envidiaba, espantada,
que con fervor corrían al abismo entreabierto,
y que ebrios de su sangre, prefirieran, de cierto,
el dolor a la muerte, y el infierno a la nada!”)

Más adelante te voy a hablar de este retorno.
Pero a Gapo le abandonó su buena suerte; mientras yo vivía en la gloria, él perdía su negocio debido a una funesta combinación de números. Lo volví a ver, cierto tiempo después, en una cantina frente al Lezama donde yo había conseguido nuevo trabajo. Ese día en el parque había un grupo de artistas callejeros que armaba bastante alboroto –se llamaba “Los pasajeros de los 90”--. Al patrón lo reconocí enseguida; estaba sentado en un ángulo del salón, frente a una ventana, curioseando la función que estaba por empezar. Decidida, me acerqué hasta su mesa; lo saludé, él se limitó a decir mi nombre, y sin más preámbulos, como si ayer nomás nos hubiéramos separado, lo encaré:
--“Gapo, ¿usted qué esperaba?
El hombre ni se mosqueó; se quedó un rato en silencio hasta que, a manera de respuesta, me preguntó:
--“¿Hace cuánto que trabajás aquí?
Confieso que dudé antes de responder.
--“Desde que Ud. perdió el bar –le dije--, ocho meses más o menos.
--“El tiempo pasa rápido –sentenció—Hace una semana recuperé el boliche, si querés … el puesto está vacante; Malena ya volvió.
--“¿Volver…?
--“Bueno, te pasaste toda una vida allí adentro…
--“Fueron apenas cinco años –le dije no muy convencida—Acuérdese que entré a mediados del 71 y me fui … el año pasado.
El patrón me miró perplejo.
--“Y sí, yo también pierdo la noción del tiempo, a veces –balbuceó casi para sí mismo. Luego apuró un trago, se calzó la gorra, murmuró algo parecido a un saludo y se marchó.
Para completar mi confusión, una frase empezó a martillarme la cabeza, “los pasajeros de los noventa, los pasajeros de los noventa, los pasajeros de … los noventa, los pasajeros de… los … noventa”, me susurraba despacito una voz premonitoria. Medio descreída, busqué el diario del día. Me fijé en la fecha; decía: Sábado 4 de mayo de 1996; errores de imprenta no había.
Era cerca del mediodía, la hora de las sombras más cortas, cuando me empecé a reír, reía a carcajadas; la clientela oscilaba entre el estupor y la lástima. Yo seguía riendo. Recién allí me notificaba del asunto: me había quedado atornillada en los años setenta y de golpe aterrizo en los noventa; habían transcurrido veinte años, toda una vida, como diría Gapo.
La explicación a tal desbarajuste temporal es sencilla: no hay tiempos perdidos. La famosa noche del setenta y seis yo habité un contratiempo, así lo bauticé. Aquélla vez yo percibí la creación y sus múltiples consecuencias; entre ellas, estaba el tiempo. Es decir, el hombre creó al tiempo y después se creyó el invento. No sé si por haraganería o por falta de imaginación pero cuando tuvo que definir su forma, optó por la línea horizontal, rutinario y monótono hizo al tiempo. Pero, ¿y si fuera un círculo, un paraboloide hiperbólico, una elipse, un cono de revolución…? Asunto de filósofos y científicos, pero recto y lineal no es; mi brillante contratiempo así lo atestigua. Ante cada creación, nos maravillamos como si fuera un hecho nuevo e irrepetible. Pero en verdad se trata de lo mismo, de un acto único, que se enmascara, simula ser otro, y vuelve. Por eso yo lo experimenté en apenas un instante; según el calendario pasaron veinte años; a la humanidad le sigue tardando su existencia. Todo es cuestión de retornos, de eso se trata. O acaso vos y yo, cuchicheando de cosas eternas, ¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya? Pero como soy desconfiada, no creo en las vueltas metódicas, gobernadas por las matemáticas, los dioses o las condiciones climáticas; no, la cuestión es más casual, impredecible y simple. Tanto como … una simple echada de dados.”

Asi me habló Merlina. Alrededor de sus palabras quedaron flotando innumerables interrogantes. Me pregunto, siguiendo su teoría, si los contratiempos serán atrapables; si alguna vez llegaremos a dar con el instante único de las grandes pasiones, por ejemplo. Pensé en el amor; recordé con nostalgia mis propios momentos gloriosos que se negaban a retornar; olvidé intencionalmente que la mujer no habló del individuo en particular –quizás porque para Merlina cada uno era el retorno del otro. Pensé también en los procesos nefastos que sí retornaban a cada rato. Me pregunté si durante su contratiempo ella vio realmente todo: ¿vio las obras que permanecieron en el anonimato?, ¿vio las que solo buscan seducir a los grandes mercados?; ¿vio al primer hombre?; ¿vio al último?; ¿vio el mecanismo de la creación?; ¿vio a la palabra en sus albores?; ¿la vio en su ocaso?; ¿vio algún trabajo mío?.... “Los contratiempos son infinitos” me dijo Merlina. A la poco convencional mesera le tocó una envidiable variante; ella entró en las páginas doradas de la civilización, se instaló un instante y veinte años en el Olimpo de la humanidad. Esta vez, sin duda, los dados estuvieron a su favor.
Con respecto al presente relato, no estoy segura de que todo lo que aquí escribí sea obra exclusiva de Merlina. Creo que hubo discursos fragmentados, de otros, que concurrieron a la misma hora y al mismo lugar y, tergiversados, se adueñaron de su voz. Y por lo tanto, de la mía. Prueba de ello son las palabras que pronunció a manera de despedida: “No hay cosa que no esté como perdida en infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario” me dijo. Y esto ya lo oí antes, hace mucho tiempo.

(El presente relato fue publicado en el libro "Contratiempo o los vaivenes de la pasión",
Zenda Liendivit, 1997)

miércoles, 16 de julio de 2014

TELEVISIÓN / THE MIDDLE

TV / THE MIDDLE
Esto tampoco es real
Frankie está preocupada; su hija Sue, una chica poco agraciada, torpe pero bondadosa, es impopular en el colegio. Resuelta a ayudarla, y disparatada como siempre, se interna en el FB de las amigas de la joven. Así, día tras día, vive, sufre y se mimetiza con los dramas adolescentes. Pero se topa con un problema: observa que las radiografías publicadas en la red social no se corresponden con la realidad. “¡¡Diosa!!”, “¡Qué sexy estás!”; “¡Deja algo de belleza para el resto!”, lee en los muros de las otras muchachas. “Y te aseguro Mike que no, que viendo las fotos no veo nada de eso”, le dice desconcertada al marido. Este le responde que si todos fueran tan felices como se muestran no lo andarían publicando por ahí, que abandone la vida virtual y salga a la calle. Porque, al fin y al cabo, “si está en las redes sociales es porque no existe”, remata lapidario. Certero pase de factura de la televisión, con lección incluida, a una de sus principales competidoras: sin verosimilitud no hay posibilidad alguna de una buena ficción. Y mucho menos, de un eficaz simulacro.

jueves, 10 de julio de 2014

EL PENSAMIENTO FRONTERIZO (1)

El pensamiento fronterizo


¿Cuál es el verdadero peligro de las fronteras? ¿Lo marginal, la falta de rigor o la certeza de que allí se termina cualquier certeza? El mayor conflicto radica en la pérdida de control. Por eso, paradójicamente, suelen ser las zonas más controladas, más demonizadas y también, por qué no, las más temidas. 

En cualquier espacio fronterizo lo que parece entrar en crisis es la cuestión del poder. Una determinada forma de ejercicio del poder. Una zona ambigua y contaminada donde los límites resultan difusos. Esta contaminación atenta a la vez contra las estructuras sobre las que se organiza cada territorio y pone en evidencia la arbitrariedad de aquellos límites. Es decir, crisis de los dispositivos de control que constituyen las representaciones formuladas como ordenadoras de una forma de vida. Así sean tangibles o intangibles, se refieran a territorios geográficos, a la lengua o al propio cuerpo, la frontera siempre está empujando lo aceptado hacia, como diría Barthes, el delirio, hacia un fuera de sí que posibilite no solo la crítica de lo existente sino aperturas a nuevas formas, por lo general, emancipadas de aquellos mecanismos de control.


Las invasiones modernas están asentadas en poderes que se enseñorean sobre territorios ajenos, generando nuevas estrategias de dominación y dependencia. Son mandatos emitidos por voceros privilegiados que deben ser acatados, o internalizados, nunca solidarizados. Y a la vez, la penetración comunicacional, financiera o mercantil  tiene como consecuencia indeseada la migración de lo residual que ella misma genera. La zona fronteriza actúa entonces como productora y administradora tanto de lo legal y lo clandestino como de las formas de comunicación entre ambos; de los intercambios, los préstamos y de los efectos que producen sobre los territorios. Así sean los léxicos importados de los inmigrantes italianos de entre siglos donde la oralidad porteña se mixtura y se extraña a sí misma (y puede engendrar el sainete y el grotesco pero también anidar ideas libertarias y organizaciones obreras); o la mercadería que circula de un lado a otro con dudosas credenciales de autenticidad y modos de distribución alternativos. Si en este caso están en peligro los mercados nativos, o lo que a priori se ha definido como industria nacional, en el otro, la lengua que habla y se piensa en forma colectiva es acorralada hacia sus bordes por un vocabulario y sobre todo, una sintaxis diferente que la pondrá en riesgo de disolución. Bajo el protector concepto de Nación se estructura entonces un complejo sistema de vigilancia, control y permanencia: lo que se resguardan son formas conocidas, heredadas y sobre todo, generadas y sostenidas por determinados grupos de poder. O dicho de otra forma, por los que poseen la voz para configurar la historia, los modos, las tradiciones, las valoraciones, la memoria. La contaminación, la mezcla, lo informe, surgen siempre como peligros latentes que serán enfrentados a través de dispositivos donde las instituciones culturales (sean oficiales o patrocinadas por los mercados y los medios de comunicación) cumplen un rol determinante. Esas instituciones que, según Martínez Estrada, son simétricas a las instituciones políticas, se convierten en garantes y vigías. Son ellas las que actuarán contra toda lengua que se emancipe de la legitimidad y permita decir lo que la voz oficial calla; contra el pensamiento rupturista que descree de continuidades y árboles genealógicos convenientemente alumbrados como representaciones de una historia colectiva, y sobre todo, de una historia delimitada por distancias mensurables. Contra la actitud fronteriza en lo que ésta tiene de revulsiva y cuestionadora del statu quo dominante. Incluso, cuando la cultura institucionalizada intenta incorporar a eso otro, lo hace de la misma forma con la que rescata a aquél que en su época fue incómodo o maldecido. Lo oficializa, con toda la carga desinfectante que conlleva. Pero, por otro lado, ni  intelectuales, artistas, maestros, escritores o funcionarios que pertenecen al entramado de lo que cada época llama cultura oficial, y sus alrededores, tienen los medios para afrontar la diferencia. Fueron enseñados,  pensados y formateados para la preservación y no para la dimensión crítica que los haría volver contra sus propias fundaciones (de allí el aburrimiento que suelen provocar las producciones canonizadas: predecibles, se mueven siempre con un libreto pautado, una terminología acotada y bendecida por pares y una feroz resistencia a casi cualquier préstamo o contaminación). 

El pensamiento fronterizo, sin embargo, no es opcional sino visceral, surge siempre de una incomodidad vital, es literalmente ineludible. En la frontera es el propio cuerpo el que entra en juego y en riesgo subvirtiendo los conceptos de salud y enfermedad para instaurarse en un sitio de enunciación inesperado. Por eso, cuando se lo adopta, se torna paródico, una pose que engendra malditos satisfechos, provocadores de cotillón y decadentes a sueldo que ratifican y son aplaudidos por el mismo estado de cosas al que supuestamente enfrentan. Cuando Arlt devela que la tradición nacional es  inventar ficciones y hacerlas circular con criterios de verdad y que el verdadero poder está en quien posee la voz para enunciarlas, más que en ellas mismas, está quebrando las fronteras entre realidad y ficción. O desbaratando los bordes de la historia. Y no se aleja tampoco de Borges cuando éste sentencia lo ya sentenciado por sus antecesores, que la tradición argentina es leer mal lo que viene de afuera. Y que para ello es necesario descentrarse, inventar (más que ubicarse en) los suburbios. Ese espacio que confiere la impunidad de tomar prestado lo ajeno (sea Shakespeare, Joyce o lo gauchesco), interpretarlo y mal interpretarlo, contrabandearlo y hacerlo circular acorde a las nuevas coordenadas, es el mismo, sin embargo, que terminará convertido en central, canónico y, claro está, reproducible y enseñable. Por eso, el pensamiento fronterizo es puro presente no domesticable. No hay forma alguna de desactivar en su actualidad el conflicto que él plantea. Toda operación purificadora, para ser efectiva, tendrá que tener al tiempo de su lado. La frontera es el espacio de la tensión y la suspensión, el que evita la forma final y el fin mismo; como en Kafka y sus animales, que renuncian a la forma humana, es el lugar de la transformación y del olvido. Olvidar para fundar, con los restos, las ruinas y los rumores, nuevas formas, emancipadoras, descontroladas. La frontera es el confín de las posibilidades y a la vez, el inicio.  

lunes, 7 de julio de 2014

NOVEDADES DIGITALES / LAS TRAMAS SECRETAS (VERSIÓN COMPLETA)

EDICIÓN DIGITAL | LIBRO EN VERSIÓN COMPLETA
LAS TRAMAS SECRETAS
Cuentos de suspenso y misterio

Incluye los cuentos:
Las tramas secretas / El umbral / El faro / Plaza Once

http://www.revistacontratiempo.com.ar/tramas_secretas_revista.pdf