domingo, 31 de enero de 2016

CABO POLONIO: UTOPÍA Y COMUNIÓN

Cabo Polonio: Utopía y comunión


El camión todo-terreno se enfurece entre las dunas. El sol pega de lleno; a lo lejos se insinúan las primeras construcciones coloridas que apenas interrumpen el cielo y el mar. Estamos llegando a Cabo Polonio, esa rara playa de la costa atlántica uruguaya en donde no hay luz eléctrica, alumbrado público ni autos. Solo la naturaleza y las estrategias de sus pobladores, y de los miles de turistas que la visitan en verano, para vivir y convivir con sus propias reglas. Lienzos y hamacas que ondulan el viento, construcciones de materiales imprevistos, paneles y lámparas de energía solar, espacios comunes y solidarios, y la vida que se exhibe como forma estética. Una política de la existencia que destierra el concepto de comodidad burguesa, sostenida en la acumulación, o incluso, de la historia misma: el tiempo productivo y rentable aquí deviene uno de los tantos inventos de ese capitalismo al que responde a fuerza de una experiencia de lo originario. De una sensualidad interruptora que se abre a cuerpos, naturaleza y arte que aspiran a la comunión. Aunque solo dure un verano.









Fotos: Zenda Liendivito / Enero 2016

domingo, 10 de enero de 2016

EL PRECIO DE UN HOMBRE / CAPITALISMO Y DESOCUPACIÓN

EL PRECIO DE UN HOMBRE
Capitalismo y desocupación

Uno se siente convocado a seguirlo hasta el fin. Hasta el fin del día de ese hombre que resiste y que como los hombres comunes de Baudelaire, son los verdaderos héroes de este capitalismo monstruoso. Porque de eso se trata "El precio de un hombre": de remover la herida, de violentar la carne, de horadar órganos y vísceras para ver qué hay detrás de ellos, sangre o cableríos, un resto de humanidad o solo autómatas que marchan hacia un festín diabólico donde el comensal se confunda con el propio banquete. Un hombre despedido por las leyes del mercado, un hombre silenciosamente desesperado. Vincent Lindon está magistral, es cierto, pero también esos hombres y mujeres que lo secundan, que no son actores. Y , tal vez, por esa tensión entablada entre reflexión y domesticación, la cotidianeidad más trivial se convierte en una iluminación profana. Un destello de genialidad que ratifica aquello que al verdadero arte también se lo encuentra a la vuelta de la esquina.