sábado, 28 de mayo de 2016

LA LENGUA DEPORTADA

La lengua deportada


"Por el momento, sigue siendo la segunda lengua", nos dicen en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Nueva York, en el corazón del Greenwich Village. "Se puede atravesar la ciudad sin hablar inglés", agregan desde el Instituto Cervantes. Latinoamérica se ha vuelto obsesión. Lejos, lejísimos quedaron aquellos tiempos en los que el norte nada sabía del sur. Ahora, el otrora bárbaro está en casa y es objeto masivo de estudio. De todo tipo de eventos, jornadas, congresos, publicaciones, intercambios y nuevos rituales. De contaminaciones que jaquean el viejo orden conocido: Trump promete deportar a 11 millones de personas, dice el Times, que ya tiene su versión en español. Pero, eventualmente, ¿se puede deportar una lengua que ya se perfila omnipresente, que no solo se escucha en los trabajos poco calificados sino que ya ingresó a los centros del pensamiento? Y en todo caso, ¿qué lengua es ésta que circula por calles, aulas, bares y metros? No hay forma singular que resista ni posibles propietarios; sí, en cambio, ese latente (y siempre inútil) peligro de normalización. “Nuestra biblioteca lleva el nombre de Jorge Luis Borges”, nos dicen en el Cervantes. “Ahora estamos mirando a Cuba”, agregan en el Instituto de la NYU. El tiempo corre veloz; la primavera oscila entre el frío y el calor, con aguaceros repentinos y soles negros que emergen de golpe y confieren a la ciudad una atmósfera extraña.

Foto: "Muchedumbres" / Exposición fotográfica Instituto Cervantes de Nueva York